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Volver al corazón: Cómo recuperar el amor y la fe según el Papa Francisco

Hace unos días, comencé a leer con mi esposa la última encíclica del Papa Francisco, titulada Dilexit Nos, que significa 'Nos amó'. Como era de esperar, empezamos por el capítulo 1 (jejeje), y decir que nos sorprendió sería quedarnos cortos.

Grafiti en una calle que muestra a una pareja abrazada dentro de un corazón, simbolizando el amor y la conexión profunda, en línea con la reflexión sobre el corazón en las enseñanzas del Papa Francisco.

El título de este primer capítulo es La importancia del corazón. Desde el inicio, este nombre nos revela un diagnóstico que el Papa Francisco ha hecho sobre el mundo de hoy: le hemos restado importancia al corazón. Lo hemos dejado de lado. Y es que, claro, para muchos, el corazón parece ser solo una bonita metáfora, una figura literaria sin un significado real en nuestras vidas.

Este tema me toca de manera personal, porque hace un tiempo, Dios me regaló una gran enseñanza. Un día, mientras escuchaba una canción de la Hermana Glenda, me di cuenta de que "ya no abrazaba con fuerza", es decir, que mi corazón ya no latía como antes. Ya no amaba con la misma locura, con la totalidad ni con la libertad de antes. Al poco tiempo, me llevó a un lugar donde aprendería a amar de nuevo. No quiero ahondar mucho en esta experiencia por dos motivos: primero, porque se alargaría mucho el blog, y segundo, porque ya escribí sobre ella en otro artículo que te dejo aquí: Cuando volver atrás es avanzar.

No obstante, debemos tener claro que, cuando hablamos de corazón, nos referimos a mucho más que al órgano que bombea sangre. "En el griego clásico profano, el término kardia significa lo más profundo de los seres humanos, los animales y las plantas". Esta idea está presente en la obra literaria y filosófica de los grandes autores que leemos desde la escuela, desde Homero hasta Platón.

Pero esta idea va más allá de la tradición clásica. La Palabra de Dios nos habla mucho sobre el corazón. "La Biblia dice que «la Palabra de Dios es viva y eficaz [...] y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hb 4,12)". Ese corazón que, como señala la Escritura, es "el lugar de la sinceridad".

Leyendo estos numerales de la Encíclica, llegué a una conclusión que comparto con el Papa: si hoy el corazón ha perdido tanta importancia, es porque no sabemos mirar dentro de nosotros mismos, porque no sabemos hacer silencio para escucharlo. El ruido de fondo no nos deja sentir cómo su latido nos habla y nos interpela. Si aprendemos a hacer silencio, también aprenderemos a escuchar el corazón. 

(Tal vez te interese leer: Tres necesidades, una respuesta.)

¿Y por qué es malo que el corazón haya perdido importancia? Porque:

Si el corazón está devaluado también se devalúa lo que significa hablar desde el corazón, actuar con corazón, madurar y cuidar el corazón. Cuando no se aprecia lo específico del corazón perdemos las respuestas que la sola inteligencia no puede dar, perdemos el encuentro con los demás, perdemos la poesía. Y nos perdemos la historia y nuestras historias, porque la verdadera aventura personal es la que se construye desde el corazón. Al final de la vida contará sólo eso.

Leyendo estas palabras, pienso que si hoy existe tanta incertidumbre, tanto cinismo, tanta depresión, ansiedad y soledad, es precisamente porque estamos enfermos del corazón. Y es ahí, precisamente, donde radica la cura para esta sociedad herida. Si recuperamos el corazón, recuperaremos la salud de este cuerpo místico de Cristo que somos todos. Solo el corazón "hace posible cualquier vínculo auténtico".

Mujer sosteniendo un cartel con la forma de un corazón, representando el amor y la apertura al corazón en la vida diaria, tal como se menciona en las reflexiones sobre las enseñanzas del Papa Francisco.

Pero no caigamos en la trampa de interpretar este mensaje del Papa como un llamado medio hippie a "hacer el amor y no la guerra" o algo parecido, como se decía en aquellos años. No. Nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido. Necesitamos el auxilio del amor divino.

Volver al corazón es, ante todo, dejar que nuestro corazón y el de Cristo se hagan uno, que latan al mismo tiempo, que ardan con el mismo fuego, que sientan el mismo dolor, que lloren por el que sufre y por el que llora.

El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social.

Cómo volver al corazón en nuestra vida diaria

Volver al corazón no es algo que suceda solo en un momento de reflexión, sino que es una práctica diaria. Aquí te dejo algunas formas concretas de hacerlo:

1. Practica el silencio y la oración diaria

Dedica unos minutos cada día para estar en silencio ante Dios, permitiendo que Él hable a tu corazón. Puedes meditar, orar el rosario, o simplemente escuchar tu respiración y ofrecer tus pensamientos y emociones al Señor. En la quietud, el Espíritu Santo se hace presente y nos enseña a escuchar nuestro propio corazón y el de Cristo.

"Cuando entres en tu casa, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo que está en lo secreto, te lo recompensará." (Mateo 6:6)

Yo mismo he experimentado cómo, al practicar la oración diaria, el corazón comienza a sanar y se abre más fácilmente a la voz de Dios.

(Te recomiendo este otro artículo: ¿Cómo escuchar mejor a Dios?)

2. Realiza actos de misericordia y servicio

Vive el amor cristiano a través de las obras de misericordia. Ayuda al prójimo sin esperar nada a cambio, ya sea visitando a los enfermos, alimentando al hambriento o perdonando a quienes te han ofendido. Al vivir el amor de Cristo en acción, tu corazón se abre y se llena de su gracia.

"Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber... En verdad os digo que cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis." (Mateo 25:35-40)

3. Practica el perdón y la reconciliación

El corazón de Cristo está marcado por el perdón. Practicar el perdón, tanto hacia los demás como hacia uno mismo, es clave para sanar nuestro corazón. Perdonar no solo nos libera de rencores, sino que nos acerca más al amor divino. La reconciliación es un paso esencial para volver al corazón de Dios.

"Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas." (Mateo 6:15)

En mi propia vida, cuando he perdonado desde el corazón, he sentido una libertad y paz renovadora.

4. Fomenta la gratitud a Dios por sus bendiciones

Agradecer a Dios todos los días por las bendiciones recibidas, incluso las más pequeñas, abre el corazón a la alegría y a la paz. En lugar de centrarnos en lo que nos falta, cultivar un corazón agradecido nos ayuda a vivir con una perspectiva cristiana de confianza en la providencia divina. 

"Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús." (1 Tesalonicenses 5:18)

5. Escucha activamente a los demás con el corazón de Cristo

A veces, lo más cristiano que podemos hacer es simplemente escuchar. Practica la escucha activa, prestando atención al sufrimiento, las alegrías y las preocupaciones de los demás, sin juzgar ni apresurarse a dar respuestas. Escuchar con el corazón nos permite ser instrumentos de consuelo y paz, reflejando el amor de Cristo por aquellos que nos rodean.

"Escuchar es mejor que ofrecer sacrificios." (1 Samuel 15:22)

6. Vive la Eucaristía como encuentro con Cristo

Volver al corazón también implica una vivencia profunda de la Eucaristía, donde el cuerpo y la sangre de Cristo se hacen uno con nosotros. Cada vez que participamos en la Misa, tenemos la oportunidad de permitir que Cristo habite en nuestros corazones de manera tangible y transformadora.

"El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día." (Juan 6:54)

Sobre este punto conté mi testimonio en este video:

Hoy trato de dedicarme un tiempo cada día para escuchar el latido de mi corazón y recordar la invitación de Cristo a amarme y a amar con Él. He descubierto que, en ese silencio y en esa entrega, está la verdadera sanación. 

¿Amén? Amén.

Hoy, cuando ores, pídele a Jesús que te regale un corazón como el suyo, que ame como Él y que se deje amar con locura. Un corazón transformado y capaz de transformar.

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Si llegaste hasta aquí, sácale el tiempito y comienza a leer la encíclica del Papa. AQUÍ TE DEJO EL LINK.

Igualmente te comparto otras reflexiones que he escrito sobre esta encíclica: 



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