- Había un hombre que quedó gravemente herido tras ser atacado por ladrones.
- Pasaron por el mismo camino un sacerdote y un levita, pero ambos lo ignoraron.
- Luego pasó un samaritano que, sin tener ninguna obligación, lo ayudó: lo curó, lo cargó, lo llevó a un lugar donde podían atenderlo y pagó por adelantado todos los gastos.
No se trata de que salgas a dar todo lo que tienes de un momento a otro (aunque, si Dios te llama a eso, ¡bendito sea!). Más bien, se trata de abrir los ojos y los oídos del corazón para estar más atentos. De escuchar esa voz interior que te llama a actuar.
Te comparto un ejemplo de mi esposa. Hace tiempo tomó un curso de primeros auxilios por su trabajo, pero siempre me decía que no se sentía capaz de aplicarlos en una situación real y que esperaba nunca tener que hacerlo. Sin embargo, hace un par de meses estuvimos en un cumpleaños, y una niña comenzó a atorarse con un dulce. Mientras muchas personas gritaban angustiadas, mi esposa corrió hacia ella y, sin pensarlo, le aplicó la maniobra de Heimlich, logrando desatorarla. Salvó su vida.
De eso se trata: de que, cuando alguien necesite ayuda, respondamos sin dudar. Dejar que el corazón sea libre para actuar y ayudar.
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Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos (...) Es posible comenzar de abajo y de a uno, pugnar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo, con el mismo cuidado que el viajero de Samaría tuvo por cada llaga del herido. Busquemos a otros y hagámonos cargo de la realidad que nos corresponde sin miedo al dolor o a la impotencia, porque allí está todo lo bueno que Dios ha sembrado en el corazón del ser humano. (Fratelli Tutti, 77 - 78).
En este tiempo de Navidad y en este Año Jubilar que está por comenzar, dejemos que el Espíritu Santo de Dios tome nuestros corazones y nos enseñe a ver en los demás —conocidos o desconocidos— a nuestro prójimo. Seamos nosotros esos buenos samaritanos que el mundo tanto necesita.
Mi oración contigo.
*Este artículo está inspirado en la Encíclica Fratelli Tutti, del Papa Francisco. Especialmente en el capítulo 2. Sobre esta misma carta escríbí otro artículo titulado: "Por un 2022 sin "sombras" en el mundo" (que el título no te confunda, sigue muy vigente).
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