Esta Semana Santa ha sido especial por muchos motivos. Uno de ellos fue que Dios me dio la oportunidad de, junto a mi esposa Laura, hacer una de las reflexiones del Sermón de las 7 Palabras del Viernes Santo: específicamente, la quinta palabra: "Tengo sed". Queremos compartirla ahora con ustedes en este artículo.
Antes de compartirla, quiero contarles algo que nos pasó con esta palabra y que refleja lo hermoso del amor de Dios y de cómo Él quiere derramarse sobre las familias.
Tan pronto nos dijeron que tendríamos una de las palabras (antes de saber cuál sería), sentí en mi corazón que sería "Tengo sed". Incluso, Dios ponía en mi corazón una frase: "Las familias tienen sed, y el mundo les da de beber vinagre". Sin embargo, como solemos dudar de las cosas de Dios, no le comenté a nadie este sentir. ¡Oh, sorpresa cuando nos anuncian que precisamente esa sería la palabra que debíamos meditar! ¡Dios ya lo tenía todo previsto! ¡Dios quería recordarle a las familias sedientas que Él las quiere saciar!
Ahora, sin más preámbulos, aquí va nuestra reflexión. Esperamos que sea de bendición para sus vidas:
5ta Palabra: Tengo Sed
Familia Puello Maldonado
“Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo se había consumado, para que la Escritura se cumpliese, dijo: Tengo sed.”
Juan 19, 28
¿Qué quieres decirnos, Jesús, a través de esta palabra tan sencilla y tan profunda? ¿Acaso quieres hacernos ver la fragilidad de ese cuerpo humano que asumiste por amor? Un cuerpo que amó, que sintió, que sufrió, que tuvo hambre y que, finalmente, al borde del abismo de la entrega, tuvo sed. ¿O será acaso que quieres recordarnos el compromiso misionero que debemos asumir? Pues tú mismo nos dices: “Vengan a mí, benditos de mi Padre, porque tuve sed y me disteis de beber; porque cada vez que lo hicisteis con uno de estos más pequeños, conmigo lo hicisteis.” ¿O quieres hacer visible, Señor, la sed que tienen hoy las familias del mundo entero? Las familias tienen sed, y el mundo les da vinagre de beber. ¿Cuántas veces las familias han clamado: “Tengo sed”? ¿Cuántas veces le dice la esposa al esposo, el esposo a la esposa, los hijos a sus padres y los padres a sus hijos? ¿Cuántas veces la familia entera grita y no encuentra respuesta? El mundo les ofrece cosas que no los saciarán, porque no es el dinero, ni el poder, ni la lujuria, ni la infidelidad, ni el alcohol, ni ninguna de las ofertas del mundo lo que puede calmar esa sed. Solo tú, Jesús, nos das el agua viva y sacias nuestra vida. Pensamos también, Jesús, en una última cosa: ¿será que, con esta palabra, quieres enseñarnos a, como tú, darnos hasta el extremo? Porque ahora, con los labios agrietados, clamas y gritas: “Tengo sed”. Pero, al ser traspasado, de tu costado brotará agua: un agua que saciará a los sedientos de todos los tiempos que recurren a ti. Es el agua del Espíritu Santo, que nos llena y nos socorre. Sediento estás, pero decides saciarnos, en lugar de ser saciado.
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Que la reflexión sobre la cruz, y especialmente sobre esta palabra de Jesús, nos inspire a vivir con mayor esperanza, compromiso y amor. Jesús ya lo tiene todo previsto. Nos invita a acercarnos a Él, a saciar nuestra sed y a ser canal de esa agua viva para los demás. ¡Bendiciones para todos!
*Si llegaste hasta aquí, te comparto otra reflexión que el Señor me permitió compartir hace un par de años, en esa ocasión sobre la segunda palabra:
En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso.
Bendiciones, mi hermano, que la paz del Señor esté contigo y con tu hermosa familia, qué privilegio tener sed y no conformarse con el vinagre que nos ofrece el mundo, sino de inquietarnos por saciar nuestra sed de Dios, del agua viva, de la verdad.
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