Hace un par de meses ya que el Papa Francisco publicó su encíclica Dilexit Nos (Nos Amó), sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo. Y si bien la encíclica va mucho más allá de recomendar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús (al final te dejo otros artículos que he escrito sobre la misma), sí pienso que es importante que revisemos si esta devoción tiene sentido en nuestras vidas hoy.
La respuesta corta es que SÍ, pero estoy seguro de que no entraste al blog para la respuesta corta, jejejeje. Aquí van algunas razones que expone el Papa Francisco y mis reflexiones al respecto:
Porque el Corazón de Jesús es símbolo real y concreto del amor humano y divino de Cristo. No es un símbolo imaginario o decorativo, sino un signo que expresa el núcleo más íntimo de Cristo, donde se une su amor divino y humano.
No es un símbolo imaginario, es un símbolo real, que representa el centro, la fuente de la que brotó la salvación para toda la humanidad (n. 52).
Porque nos recuerda que Dios tiene un corazón que siente, sufre, ama y se conmueve. Frente a una espiritualidad fría, racional o desencarnada, el Corazón de Cristo nos recuerda que Dios nos ama también con afectos humanos.
El Hijo eterno de Dios, que me trasciende sin límites, quiso amarme también con un corazón humano (n. 60).
Porque nos invita a una relación personal, íntima y afectiva con Jesús. No se trata de una devoción abstracta o solo teológica, sino de un encuentro de amistad, diálogo, confianza y ternura con Cristo vivo.
Nos llama a una preciosa amistad hecha de diálogo, afecto, confianza, adoración (n. 51).
Porque es una respuesta frente al secularismo y a las espiritualidades sin carne. En un mundo que quiere expulsar a Dios o reducirlo a una idea sin cuerpo ni historia, el Corazón de Cristo nos devuelve al Dios encarnado, que ha compartido nuestra historia.
Dentro de la misma Iglesia renació con nuevos rostros el dañino dualismo jansenista [...] ignoraba la verdad de 'la salvación de la carne' (n. 87).
Porque sintetiza todo el Evangelio. El Sagrado Corazón es una síntesis del Evangelio: allí está el anuncio de un Dios que es amor, misericordia, entrega, cercanía y compasión.
Allí podemos encontrar el Evangelio entero, allí está sintetizada la verdad que creemos, allí está cuanto adoramos y buscamos en la fe (n. 89).
Porque nos enseña que sólo amando nos realizamos plenamente como personas. El corazón humano está hecho para amar, y en Cristo vemos el modelo perfecto de un corazón que se entrega sin medida.
No alcanzamos nuestra humanidad plena si no salimos de nosotros mismos, y no llegamos a ser enteramente nosotros mismos si no amamos (n. 59).
Porque es una fuente permanente de consuelo y confianza. La oración más sencilla pero más profunda ante el Corazón de Jesús sigue siendo: 'En Ti confío'. Y eso sigue sanando muchas heridas humanas.
La oración más popular, dirigida como un dardo al Corazón de Cristo, dice simplemente: 'En Ti confío' (n. 90).
El culto al Sagrado Corazón de Jesús no solo sigue teniendo sentido hoy, sino que es más necesario que nunca. En un mundo herido por la frialdad, la indiferencia, la velocidad y la desconexión, esta devoción nos devuelve a lo esencial: un Dios con corazón, que siente, que ama, que se entrega y que nos invita a vivir desde el amor.
Volver al Corazón de Cristo es volver a un Dios cercano, humano y lleno de misericordia, capaz de sanar nuestras heridas y de enseñarnos a amar como él ama. En tiempos de superficialidad y de corazones distraídos, el Sagrado Corazón de Jesús sigue siendo un refugio seguro y una escuela de vida plena.
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Si llegaste hasta acá, te invito a que recemos juntos la "Consagración al Sagrado Corazón de Jesús" de San Juan Pablo II:
Señor Jesucristo, Redentor del género humano, nos dirigimos a tu Sacratísimo Corazón con humildad y confianza, con reverencia y esperanza, con profundo deseo de darte gloria, honor y alabanza.
Señor Jesucristo, Salvador del mundo, te damos las gracias por todo lo que eres y todo lo que haces.
Señor Jesucristo, Hijo de Dios Vivo, te alabamos por el amor que has revelado a través de Tu Sagrado Corazón, que fue traspasado por nosotros y ha llegado a ser fuente de nuestra alegría, manantial de nuestra vida eterna.
Reunidos juntos en Tu nombre, que está por encima de todo nombre, nos consagramos a tu Sacratísimo Corazón, en el cual habita la plenitud de la verdad y la caridad.
Al consagrarnos a Ti, renovamos nuestro deseo de corresponder con amor a la rica efusión de tu misericordioso y pleno amor.
Señor Jesucristo, Rey de Amor y Príncipe de la Paz, reina en nuestros corazones y en nuestros hogares.
Vence todos los poderes del maligno y llévanos a participar en la victoria de tu Sagrado Corazón.
¡Que todos proclamemos y demos gloria a Ti, al Padre y al Espíritu Santo, único Dios que vive y reina por los siglos de los siglos!
Amén.
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Este artículo está basado en mis reflexiones personales después de leer la Encíclica Dilexit Nos del Papa Francisco, especialmente el capítulo 3, numerales 48 a 91.
En este mismo blog ya he publicado 4 artículos más sobre esta Encíclica:
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