Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. (Mt 11,28).
Jesús nunca ocultó sus sentimientos. Era Dios, pero también era hombre. Jesús se conmueve, lamenta y hasta llora. Tuvo cuerpo y corazón.
Jesús lloró. (Jn 11,35).
Hermano, si tienes que llorar, llora con Jesús.
Si tienes que gritar, grita con Él.
Si sientes un miedo mortal, siéntelo con Jesús.
Si tienes que abrazar, abraza con Él.
Permítete sentir y expresar, con palabras y gestos, lo que tu corazón grita.
El mayor signo del amor
Me amó y se entregó por mí. (Ga 2,20).
No podemos comprender el tamaño ni lo reconfortante de esta entrega. Saber que a Jesús le importé tanto que se entregó por mí, y que, aún desde la cruz, decía: "Perdónalos, porque no saben lo que hacen".
Abraza la cruz. Abraza a Jesús.
Deja que tu corazón se abrace al suyo.
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Mi oración contigo.
Este artículo está basado en mis reflexiones personales después de leer la Encíclica Dilexit Nos del Papa Francisco, especialmente los numerales 43 a 47.
En este mismo blog ya he publicado 4 artículos más sobre esta Encíclica:
- La poderosa cercanía del amor de Jesús
- Volver al corazón
- Jesús lo miró con amor
- ¿Tiene sentido hoy la devoción al Sagrado Corazón de Jesús? 7 razones para creer que sí.
- Beber del costado abierto: el amor que sana el alma.
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