Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios (Rm 8, 14).
Entonces, si por el bautizo somos Hijos de Dios, de alguna forma tenemos que poder dejarnos guiar por su Santo Espíritu (regla de 3). Y, la verdad, es que no es tan difícil como parece. A continuación, te voy a revelar (o confirmar) las 3 formas principales en las que puedes hacer vida en tu vida estas palabras.
1. El Espíritu Santo guía a través de la conciencia
Mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo (Rm 9, 1b) - Cuanto la ley exige está escrito en sus corazones como resulta del testimonio de su conciencia (Rm 2, 15a).
Podríamos decir que la conciencia es una especie de ley interior que vive en el corazón de todos los hombres, porque como decía Santo Tomás de Aquino, las semillas del Verbo están esparcidas por toda la creación.
Así pues, como hijos de Dios que se quieren dejar guiar por el Espíritu Santo, estamos llamados a seguir las inspiraciones interiores que nos impulsan a obrar el bien en todo momento y, de la misma forma, también debemos rechazar todo el mal que nuestra conciencia nos mueva a evitar, respetando nuestros propios límites y convicciones.
Sin embargo, esto no siempre es suficiente, dado que nuestra conciencia puede estar viciada por el pecado y la mentira que predica el mundo, por lo que es importante que lo examinemos siempre todo y nos quedemos solo con lo bueno (1Ts 5, 21).
¿Los frutos de la obra que quiero realizar se corresponden con los de la carne o con los del Espíritu? ¿Estoy obrando para darle gloria a Dios o a mi mismo? Para realizar este discernimiento debemos orar incansablemente pidiendo la unción que "enseña todo, es verdadera y no miente" (1Jn 2, 27). Osea, la del Espíritu Santo.
Es necesario que clamemos al Espíritu, que nos mantengamos en gracia y que dejemos que la escritura nos ilumine.
Cuando alguno de mis hermanos en la fe me pregunta sobre alguna decisión radical que quiere tomar en su vida, siempre les recomiendo: primero ve y confiésate, para después sí, tomar una decisión estando en gracia de Dios y movido por tu conciencia. Pero por las dudas, siempre ten presente que el Espíritu Santo nunca te va a pedir que hagas algo contrario a lo que nos dice la Palabra de Dios.
Ese es el siguiente punto que quiero tratar.
2. El Espíritu Santo nos guía en la escritura
3. El Espíritu Santo guía a través del magisterio de la Iglesia
El que tenga oídos, escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias (Ap 2, 7a).
Esto no significa seguir ciegamente preceptos sin detenernos a mirar cómo estos se manifiestan en mi vida. Dos testimonios deben unirse para que pueda brotar la fe: el de los apóstoles que proclaman la palabra y el del Espíritu que permite en el corazón de cada uno de nosotros el recibirla. El de la iglesia y el de los fieles.
No debemos descuidar la dimensión personal, porque caeríamos fácilmente en el juridismo y el autoritarismo, pero tampoco la dimensión eclesial, porque caeríamos en el subjetivismo o el fanatismo. Hay que buscar la armonía.
Esto dicho de otra forma más sencilla, hermanos, quiere decir que ante las dudas que podamos tener en la vida de fe, al dejarnos conducir por lo que la Iglesia nos marca, estamos también dejándonos guiar por el Espíritu Santo. Porque ella es madre y maestra, y en cabeza del Papa, discierne cuidadosamente los asuntos prioritarios para nuestra fe. También quiere decir esto que, ante las dudas, siempre podremos recurrir a un director espiritual que, con la autoridad del magisterio, nos ayude a dirigir nuestro accionar.
Clama a mí, y yo te responderé (Jr 33, 3).
Mi oración contigo.
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*Artículo inspirado en el capítulo "Todos los que son guiados por el Espíritu son hijos de Dios" del libro "Las Primicias del Espíritu" de Raniero Cantalamessa.
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