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¿Cómo me guía el Espíritu Santo?

Si alguna vez te han dicho que te debes dejar guiar por el Espíritu Santo, es probable que a continuación te hayas preguntado: ¿Y eso cómo se hace? Parece de esas cosas que son más fáciles de decir que de hacer. Pero la Palabra de Dios lo dice clarito:
Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios (Rm 8, 14).

Entonces, si por el bautizo somos Hijos de Dios, de alguna forma tenemos que poder dejarnos guiar por su Santo Espíritu (regla de 3). Y, la verdad, es que no es tan difícil como parece. A continuación, te voy a revelar (o confirmar) las 3 formas principales en las que puedes hacer vida en tu vida estas palabras. 

Cuando nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, podemos caminar con mayor tranquilidad hacia Dios y la Santidad

1. El Espíritu Santo guía a través de la conciencia

¿Cuántas veces la "voz de la conciencia" no te ha salvado de cometer algún mal del cual después te abrías arrepentido? Ya lo decía San Pablo:
Mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo (Rm 9, 1b) - Cuanto la ley exige está escrito en sus corazones como resulta del testimonio de su conciencia (Rm 2, 15a).

Podríamos decir que la conciencia es una especie de ley interior que vive en el corazón de todos los hombres, porque como decía Santo Tomás de Aquino, las semillas del Verbo están esparcidas por toda la creación. 

El Espíritu Santo nos guia a través de la voz de la conciencia

Así pues, como hijos de Dios que se quieren dejar guiar por el Espíritu Santo, estamos llamados a seguir las inspiraciones interiores que nos impulsan a obrar el bien en todo momento y, de la misma forma, también debemos rechazar todo el mal que nuestra conciencia nos mueva a evitar, respetando nuestros propios límites y convicciones.  

Sin embargo, esto no siempre es suficiente, dado que nuestra conciencia puede estar viciada por el pecado y la mentira que predica el mundo, por lo que es importante que lo examinemos siempre todo y nos quedemos solo con lo bueno (1Ts 5, 21). 

¿Los frutos de la obra que quiero realizar se corresponden con los de la carne o con los del Espíritu? ¿Estoy obrando para darle gloria a Dios o a mi mismo? Para realizar este discernimiento debemos orar incansablemente pidiendo la unción que "enseña todo, es verdadera y no miente" (1Jn 2, 27). Osea, la del Espíritu Santo. 

Es necesario que clamemos al Espíritu, que nos mantengamos en gracia y que dejemos que la escritura nos ilumine. 

Cuando alguno de mis hermanos en la fe me pregunta sobre alguna decisión radical que quiere tomar en su vida, siempre les recomiendo: primero ve y confiésate, para después sí, tomar una decisión estando en gracia de Dios y movido por tu conciencia. Pero por las dudas, siempre ten presente que el Espíritu Santo nunca te va a pedir que hagas algo contrario a lo que nos dice la Palabra de Dios. 

Ese es el siguiente punto que quiero tratar.

2. El Espíritu Santo nos guía en la escritura

La palabra de Dios es verdad revelada para toda la humanidad, no es palabra muerta, sino vida verdadera para los que nos acercamos a ella con espíritu afable. ¿Cómo nos guía el Espíritu Santo aquí? Primeramente porque toda la escritura ha sido inspirada por Él, así que no son mensajes de hombres sino que provienen del mismo Dios para nuestra vida.

Entonces, cuando nos esforzamos en cumplir los preceptos más claros y directos de la escritura, entonces ya estamos siendo guiados por él Espíritu Santo. Cuando respetamos la vida, anunciamos a Jesús como Señor de nuestra vida, honramos a nuestros padres, somos fieles, nos alejamos de toda forma de brujería, etc., estamos siendo guiados por el Espíritu en la escritura. 

Esto nos pone un reto por delante y es que tenemos que leer constantemente y con detenimiento la biblia, y no dejarla en nuestra casa abierta y cogiendo polvo. 
El Espíritu Santo nos guia a través de la bilbia, la palabra de Dios
Pero el Espíritu no solo nos guía de esa forma que podríamos llamar "literal", sino que también lo hace en un sentido más profundo, dándonos el entendimiento para descubrir cómo ciertos pasajes bíblicos pueden aplicarse a nuestra vida hoy. 

Por ejemplo, cuando leemos un pasaje como el de Zaqueo, el cobrador de impuestos que se sube a un árbol para ver a Jesús, dado que era muy pequeño, el Espíritu nos puede ayudar a descubrir cuál es esa falta de nuestra vida que no nos deja ver a Jesús (¿Un pecado? ¿Una debilidad? ¿Un vicio?) y nos ayuda a descubrir a qué árbol debemos subir para verlo (¿Confesarnos? ¿Asistir a un grupo de oración? ¿Retomar el rezo del rosario?). 

Aquí entonces ya no basta solo leer la biblia, sino que debemos orar clamando Espíritu Santo antes, durante y después de haberla leído, y así poco a poco nuestro entendimiento se irá abriendo. La clave es no desistir ni frustrarnos por "no entender", sino confiar en que a su tiempo Dios nos irá permitiendo ahondar en el conocimiento de sus preceptos para nuestra vida, por supuesto, a través de su Espíritu.

3. El Espíritu Santo guía a través del magisterio de la Iglesia

De una lectura juiciosa y detenida de la Palabra de Dios, entendemos que el Espíritu Santo no solamente guía a las personas de forma individual, sino que muchas veces inspira y guía al magisterio de la Iglesia, representado en los apóstoles, para que estos puedan a su vez guiar al resto del pueblo de Dios. 

Un ejemplo de esto lo vemos en el primer concilio de Jerusalem, en el capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles, cuando luego de una reunión para diferir algunas controversias estos proclamaron: Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias (y después explican las medidas que tomaron). 
El que tenga oídos, escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias (Ap 2, 7a).

Esto no significa seguir ciegamente preceptos sin detenernos a mirar cómo estos se manifiestan en mi vida. Dos testimonios deben unirse para que pueda brotar la fe: el de los apóstoles que proclaman la palabra y el del Espíritu que permite en el corazón de cada uno de nosotros el recibirla. El de la iglesia y el de los fieles. 

No debemos descuidar la dimensión personal, porque caeríamos fácilmente en el juridismo y el autoritarismo, pero tampoco la dimensión eclesial, porque caeríamos en el subjetivismo o el fanatismo. Hay que buscar la armonía. 

Con la autoridad del magisterio, un director espiritual te puede ayudar a dejarte guiar por el Espíritu Santo

Esto dicho de otra forma más sencilla, hermanos, quiere decir que ante las dudas que podamos tener en la vida de fe, al dejarnos conducir por lo que la Iglesia nos marca, estamos también dejándonos guiar por el Espíritu Santo. Porque ella es madre y maestra, y en cabeza del Papa, discierne cuidadosamente los asuntos prioritarios para nuestra fe. También quiere decir esto que, ante las dudas, siempre podremos recurrir a un director espiritual que, con la autoridad del magisterio, nos ayude a dirigir nuestro accionar.

Clama a mí, y yo te responderé (Jr 33, 3).

Mi oración contigo.

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*Artículo inspirado en el capítulo "Todos los que son guiados por el Espíritu son hijos de Dios" del libro "Las Primicias del Espíritu" de Raniero Cantalamessa.

*Si llegaste hasta aquí te puede interesar este artículo: Nos llamamos Hijos de Dios… ¡Y LO SOMOS!

*También te invito a que veas el último video de mi canal de YouTube.


 

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