Vivimos
tiempos de incertidumbre. Un virus ataca al mundo. Nuestras iglesias están cerradas.
Se pierden muchos trabajos. Nuestros gobiernos no reaccionan. ¿Qué hacer? ¿Qué pensar?
¿Cómo proceder? Hay muchas preguntas y, desde muchos lugares, aparecen
respuestas que no convencen del todo. Yo hoy quiero animarte a buscar
respuestas en la palabra de Dios, porque “El
cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” Mt 24, 35.
Lo
primero que debemos decir es que esto no es un castigo divino, ni nada parecido…
¡NO! Esto que vivimos hoy es el resultado de los ciclos naturales mezclados con
un muy mal uso del libre albedrío. Y no hay que ser un teólogo para saber que
Dios hace todas las cosas para el bien de sus hijos. Pero este no es el tema de
este artículo. Y no es de esto de lo que quiero hablar. Hoy quiero animarlos a no perder la esperanza.
En el
mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo (Jn 16, 33b).
Jesús
es Claro en su palabra. En el mundo tenemos y tendremos siempre tribulaciones y
problemas de todo tipo. Vendrán las guerras, las hambrunas, las persecuciones;
pero en medio de eso debemos tener una certeza, y es que el mismo Jesús venció el mundo. Él está por sobre nuestros
problemas, por sobre toda dificultad. Confiemos en él, y nuestra confianza no
quedará defraudada.
Yo soy la
vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da mucho
fruto, porque separados de mí nada podéis hacer (Jn 15, 5).
Jesús
es la fuente de nuestra vida, sin él nada podemos hacer. Si nos acompaña esta
certeza, caminaremos seguros sabiendo que, tanto en esta vida como en la otra,
él nos acompañará siempre. Tal como decía Santa Teresa: A Jesucristo sigue con
pecho grande, y, venga lo que venga, Nada te espante. Id, pues, bienes del
mundo; id, dichas vanas, aunque todo lo pierda, Sólo Dios basta.
En su
angustia clamaron al Señor, y él los salvó de su aflicción. Envió su palabra
para sanarlos, y así los rescató del sepulcro (Salmo 107,19-20).
Dios
escucha las oraciones de su pueblo. Oremos confiadamente y esperemos con fe.
Que, aunque nosotros mismos nos metimos en este problema, ya verán como Dios
nos ayuda a salir pronto de él. Oremos sin cansancio. Oremos de todo corazón,
para que Cristo nos salve con su diestra poderosa.
¿Qué
quieres que haga por ti? —le preguntó. Rabí, quiero ver —respondió el ciego. Puedes
irte —le dijo Jesús—; tu fe te ha sanado. Al momento recobró la vista y empezó
a seguir a Jesús por el camino (Marcos 10,51-52).
Finalmente,
quiero decirte, o más bien recordarte que, como decía San Agustín. Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti. Es
Decir, nuestra fe es la puerta que abrirá la llave de la misericordia de Dios
sobre el mundo entero. Abrámosla y confiemos. Él hará el resto.
Mi oración contigo por el fin de esta pandemia y la salvación de todas
las almas.


Gracias amigo por compartir la palabra de Dios, que es y será siempre nuestra esperanza y salvación.
ResponderBorrar¡Muchas gracias a ti! Cuentas con mi oración en todo momento.
Borrar