Cuando se trata de evangelizar nos surgen muchas dudas y miedos, especialmente cuando se trata de dar testimonio de vida y de proclamar la Buena Nueva de Jesús ante grandes públicos. En muchas ocasiones creemos que “somos demasiado nuevos en el caminar”, “no tenemos suficiente conocimiento”, “no somos fluidos de palabra”, “somos muy tímidos”, etc, etc, etc. Sacamos excusa tras excusa para no proclamar el nombre santo de Jesús. Decimos como Jeremías:
Lo cierto es que todos podemos ser evangelizadores, TODOS, pero no todos cumplimos con las características de un buen evangelizador, y no me refiero ni a ser bonito, ni a ser expresivo o espontaneo, tampoco me refiero a ser muy inteligente o muy espontaneo, NO, nada de eso. Me refiero a eso que vive un evangelizar en su vida y en su corazón, y que hace que su anuncio mueva el corazón de todos a quienes llega, aunque use palabras sencillas y hable atravesado. Estas son las 4 características del evangelizador:
1. Experiencia de Salvación: para ser evangelizador debes
conocer, en tu propia vida, lo que proclamas. No se trata de saber mucha biblia
ni mucha doctrina. Se trata de que hayas tenido tu encuentro personal con
Jesús. De que te hayas enamorado de él. De que hayas tenido experiencia con el
Espíritu Santo de Dios. Esto es un requisito fundamental. Ya lo decían los apóstoles:
No podemos callar lo que hemos visto y oído (Hc 4, 20). Si sientes que no has
tenido experiencia de salvación en tu vida, es momento de que se lo pidas al
Señor. Pídele que te ayude a ser un testigo, y no solo un repetidor. Para que
cuando lo anuncies, hables de lo que has vivido, de tu propio testimonio de
salvación.
2. Fuego: El fuego quema y da vida, también purifica. Un
evangelizador debe tener en su corazón un fuego que lo impulse a evangelizar,
un celo por el evangelio, que lo lleve a querer que TODOS conozcan el mensaje
de Jesús. Ese mismo fuego que llevó a Pedro a levantarse el día de pentecostés
y convertir a 3.000 personas en un solo discurso. Ese mismo fuego que llevó a
Esteban a proclamar a Jesús hasta el martirio. Ese mismo fuego que llevó a
Pablo a no detenerse ante tantas persecuciones, exclamando ¡ay de mi si no
evangelizo! (1Co 9, 16). Si no tienes este fuego en tu corazón, pídele al
Espíritu Santo que venga a tu vida como lenguas de fuego. También los apóstoles
tuvieron miedo de evangelizar, pero cuando vino el Espíritu sobre ellos, se
llenaron del fuego que lo consume todo y lo renueva todo, y salieron a
evangelizar al mundo entero.
3. Saber dónde está parado: De nada sirve, hermanos,
proclamar a un Jesús en abstracto. Debemos proclamar a un Jesús que nos salva
en nuestras realidades concretas de la vida. Para eso debemos conocer y
examinar el mundo y la sociedad en que vivimos, y las realidades de las
personas que estamos evangelizando. No se trata de analizarlo todo como un
sociólogo o un etnógrafo. Sino de reconocer, a la luz de la sabiduría y el
discernimiento del Espíritu Santo, cuáles son las necesidades reales de las
personas a las que anunciamos el Evangelio. De esta forma podremos adaptar las
palabras, las formas, los ritmos, a la cultura de aquel lugar. Ya lo dice el
Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Postsinodal “Querida Amazonia”: “A través de un territorio y de sus
características Dios se manifiesta, refleja algo de su inagotable belleza”. Esto lo
hacemos a ejemplo de Jesús que, como buen pastor, conoce a todas sus ovejas, y
por eso las llama por su nombre, les habla en su idioma, comparte sus
tradiciones y costumbres.
4. Vivir el evangelio… SER EVANGELIO: Hermano, de tu
testimonio de vida depende, en gran medida, el impacto de tu evangelización. Es
necesario que vivas de forma coherente a lo que predicas. Esto implica que
debes primero creer profundamente lo que anunciar y vivirlo a plenitud. Ya lo
decía San Francisco de Asís: “predica el Evangelio todo el tiempo y si es
necesario usa las palabras”. Tu vida es el primer (y tal vez el único)
evangelio que muchos conocerán. Pidamos al Espíritu Santo la gracia de ser
coherentes, para que podamos llegar al punto de poder decir, como San Pablo:
sean mis imitadores, como yo soy de Cristo (1Co 11, 1).
No
se desanimen hermanos si ven que no cumplen con una o ninguna de estas
características o condiciones, yo mismo que escribo este blog no creo
cumplirlas a cabalidad, pero me esfuerzo cada día y pido a Dios que me ayude a
anunciarlo mejor, a ser más coherente y a tener más celo por el evangelio, de
forma que pueda cumplir su mandato de ir por el mundo y evangelizar a todos los
hombres.
La
tarea entonces es que revisemos nuestra vida de evangelizadores y,
principalmente, de cristianos, y descubramos en qué estamos fallando. Pidamos a
Dios la gracia de anunciarlo mejor y démosle gracias por el privilegio de
servirle con amor.
Mi
oración contigo.
*Artículo
inspirado en el capítulo 1 “CUATRO CONDICIONES NECESARIAS” del libro “CÓMO
EVANGELIZAR A LOS BAUTIZADOS” de José H. Prado Flores.




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