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El perdón de los pecados en tiempos del coronavirus


En estos días de crisis que vivimos actualmente nos surgen muchas dudas sobre la vivencia de nuestra fe. Entre ellas lo que tiene que ver con el perdón de los pecados, mediante el sacramento de la confesión, ya que diera la impresión de que estuviéramos expuestos y en peligro, sin contar con los medios para ponernos en gracia de Dios. Pero nuestra madre la iglesia es sabia y, por eso, nos brinda los modos y los medios para poner nuestra vida en orden, mientras oramos por el pronto fin de esta pandemia.

Esta entrada está dividida en 3 partes. En la primera hablaremos sobre el pecado y la necesidad del sacramento de la confesión. En la segunda hablaremos sobre las formas en que podemos ponernos en gracia de Dios ante la ausencia actual de sacerdotes para confesar. En la tercera hablaremos sobre la indulgencia plenaria y las formas de ganarla en medio de esta crisis.


1.    Solo Dios perdona pecados, pero…

Comencemos por el principio. ¿Qué es el pecado? El Catecismo de la Iglesia Católica, en su numeral 1849 lo define como “una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo”. Entonces podríamos decir que todo pensamiento, palabra, obra u omisión que atente contra nuestros hermanos o que vaya en contra de la voluntad de Dios para nuestra vida es un pecado. Sencillo, ¿no?

Ahora bien, aunque se tiende a decir que todo pecado es igual de grave, esto no es tan así. La iglesia nos enseña que existen 2 tipos de pecados: los veniales y los mortales. Los pecados veniales son aquellos que ofenden de forma leve la moral y la ley de Dios, o aquellos en lo que no existe pleno conocimiento o entero consentimiento sobre lo que se realiza. Estos pecados dejan subsistir la caridad, pero la hieren y ofenden. El otro tipo de pecado es el más grave. Son los mortales, llamados así porque conducen a la muerte eterna del alma, es decir, pueden llevarnos al infierno. Para que un pecado sea mortal deben existir 3 características, debe existir materia grave (principalmente contenida en los 10 mandamiento) y debe realizarse con pleno conocimiento (saber que eso es pecado) y con deliberado consentimiento (querer hacerlo).

Teniendo esto claro, pasemos al siguiente punto. El perdón de los pecados. NO EXISTE NINGÚN PECADO QUE NO PUEDA SER PERDONADO. O, mejor dicho, Dios puede y quiere perdonar todos nuestros pecados. TODOS. Sin excepción. Esto es así, porque la misericordia de Dios es infinita. Porque infinito es su amor por nosotros, sus hijos.


Jesús nos da ejemplo de esto en muchas ocasiones. Una de ellas la encontramos en el pasaje del paralítico que es llevado por sus amigos a los pies de Jesús para ser sanado (Mc 2, 1-12):

5 Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. 10 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): 11 A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. 12 Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa.

Vemos entonces que Jesús tiene el poder y la autoridad para perdonar pecados. Esta es la primera sanación que él quiere obrar en nuestra vida. La del pecado. Para que podamos experimentar su vida nueva. A la cual accedemos por medio del bautizo, donde morimos a la vida vieja y renacemos con Cristo a una vida nueva - Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva (Rm 6,4).

Pero durante nuestra vida seguimos cayendo y seguimos pecando, aunque hayamos sido bautizados, porque nuestra naturaleza herida por el pecado original, nos hace débiles. Es por esto que Cristo quiso dejarnos una forma para que actualicemos constantemente el estado de gracia a través del perdón de los pecados: EL SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN.

Este sacramento fue instituido por el mismo Cristo, quien les dejó a sus apóstoles la misión de perdonar pecados: A quienes les perdonen sus pecados, les serán perdonados; a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados (Jn 20, 23). Y, por si fuera poco, también dejó a Pedro, como cabeza de la iglesia, la autoridad de atar y desatar: Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos (Mt 16, 19).

Esta misión fue y ha sido ejercida por los apóstoles y quienes los sucedieron (obispos y sacerdotes), de forma ininterrumpida, hasta el día de hoy.


2.    Y si no encuentro un sacerdote… ¿me puedo confesar por internet?

Por estos días conseguir un sacerdote que nos confiese es mucho más difícil, por no decir imposible. Las iglesias están cerradas, no podemos salir de nuestras casas y, en caso de que pudiéramos verlo, deberíamos estar a 2 metros de distancia, por lo que nos tocaría gritar nuestros pecados y se enterarían las vecinas y las señoras de la parroquia. ¿Qué podemos hacer entonces? ¿Nos podemos confesar por internet?


Lastimosamente la respuesta es NO. Ya que para que una confesión sea válida debe mediar la presencia física tanto del confesor como de quien se confiesa. Y la iglesia aún no ha modificado esto. Pero que no cunda el pánico. Tenemos otra opción: LA CONTRICIÓN PERFECTA.

La contrición es "un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar". Cuando brota del amor de Dios amado sobre todas las cosas, la contrición se llama "contrición perfecta" (contrición de caridad). Semejante contrición perdona las faltas veniales; obtiene también el perdón de los pecados mortales, si comprende la firme resolución de recurrir tan pronto sea posible a la confesión sacramental (Catecismo de la Iglesia Católica, numerales 1451 y 1452).

Es decir, si te arrepientes de todo corazón y tienes la firme intención de irte a confesar lo más pronto posible, en cuanto pase la crisis, quedarás de inmediato libre de tus pecados. (Pero que no se te olvide confesarte después). Para que hagas esto de forma correcta, te recomendaría que hagas un examen de conciencia por escrito, de forma que no olvides ningún pecado la próxima vez que te vayas a confesar (Lee: Las 30 preguntas del Papa Francisco para una buena confesión).

También, para poder absolver a todos los enfermos que se presentan por esta crisis, especialmente a los que están en estado crítico, la iglesia permite las absoluciones colectivas, siempre y cuando sea imposible atenderlos uno a uno y con la respectiva autorización de los obispos. Para esto se recomienda que los sacerdotes se ubiquen a la debida distancia de los enfermos, utilizando algún tipo de amplificación para que estos puedan escuchar la absolución.


3.    Y si Dios perdona mis pecados en la confesión… ¿para qué sirven las indulgencias?

Para responder esta pregunta, primero debemos saber qué es una indulgencia, pero, antes de eso, hablemos un poco sobre las consecuencias del pecado en nuestra vida (no me estoy devolviendo, cógela suave, esto es importante para entender).

El pecado tiene una doble consecuencia en nuestra vida. Una llamada “pena eterna”, que básicamente es la muerte eterna del alma. Es decir, si nos morimos estando en pecado mortal, nos vamos para el infierno (así, sin eufemismos). De esta pena nos libramos mediante la confesión. Pero, por otra parte, existe también una “pena temporal”, manifestada en apego desordenado a las criaturas que es necesario purificar, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio. Esta purificación se realiza tanto mediante las obras de misericordia y de caridad, como mediante la oración y las distintas prácticas de penitencia (Catecismo de la Iglesia Católica, numerales 1472 y 1473).

Teniendo esto claro, vamos entonces a mirar qué es una indulgencia:

La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos (Catecismo de la Iglesia Católica, numeral 1471).

Es decir, mediante las indulgencias podemos obtener la remisión de las penas temporales del pecado. Estas indulgencias pueden ser parciales o plenarias. Expliquemos esto con un ejemplo: supongamos que yo estoy vestido de blanco impecable y comienza a llover. Yo en lugar de resguardarme decido salir a la lluvia, tropiezo y caigo en el barro, por lo que mi traje queda sucio (pecado). Si lo meto en la lavadora, mi traje va a quedar limpio (confesión), pero lo más probable es que salga arrugado (pena temporal). ¿Entonces qué hago? Pues le paso la plancha (indulgencias) y mi traje queda perfecto.


En medio de la pandemia del Covid19, virus conocido por muchos como el coronavirus, la iglesia ha decidido otorgar indulgencia plenaria bajo las siguientes condiciones (esta es la parte más importante de todo el artículo):

  • A los fieles enfermos de Coronavirus, sujetos a cuarentena por orden de la autoridad sanitaria en los hospitales o en sus propias casas si, con espíritu desprendido de cualquier pecado, se unen espiritualmente a través de los medios de comunicación a la celebración de la Santa Misa, al rezo del Santo Rosario, a la práctica piadosa del Vía Crucis u otras formas de devoción, o si al menos rezan el Credo, el Padrenuestro y una piadosa invocación a la Santísima Virgen María, ofreciendo esta prueba con espíritu de fe en Dios y de caridad hacia los hermanos, con la voluntad de cumplir las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Santo Padre), apenas les sea posible.
  • A los agentes sanitarios, los familiares y todos aquellos que, siguiendo el ejemplo del Buen Samaritano, exponiéndose al riesgo de contagio, cuidan de los enfermos de Coronavirus según las palabras del divino Redentor: "Nadie tiene mayor amor que éste: dar la vida por sus amigos" (Jn 15,13), obtendrán el mismo don de la Indulgencia Plenaria en las mismas condiciones.
  • A aquellos fieles que ofrezcan la visita al Santísimo Sacramento, o la Adoración Eucarística, o la lectura de la Sagrada Escritura durante al menos media hora, o el rezo del Santo Rosario, o el ejercicio piadoso del Vía Crucis, o el rezo de la corona de la Divina Misericordia, para implorar a Dios Todopoderoso el fin de la epidemia, el alivio de los afligidos y la salvación eterna de los que el Señor ha llamado a sí.
  • A los fieles en punto de muerte siempre que estén debidamente dispuestos y hayan rezado durante su vida algunas oraciones (en este caso la Iglesia suple a las tres condiciones habituales requeridas). Para obtener esta indulgencia se recomienda el uso del crucifijo o de la cruz.

Sea esto un estímulo adicional que alimente nuestra esperanza en la pronta superación de esta pandemia. Como lo dije en mi entrada anterior: es momento de creer, es momento de confiar.

Mi oración contigo.


Para que sigas alimentando tu vida de fe, te comparto este video con algunas reflexiones sobre esta Semana Santa que acabamos de vivir:


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