¡Por
mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa! (Golpes de pecho). ¿Cuántas veces
hemos rezado a Dios pidiéndole perdón por nuestros pecados? ¿Cuántas veces lo
hemos hecho con verdadero corazón arrepentido? ¿Cuántas veces hemos vuelto a
caer luego en los mismos pecados? Lo cierto es que, aunque el pecado pareciera
hacer parte de nuestra vida, debemos esforzarnos para desterrarlo y seguir
avanzando hacia la santidad. Es por eso que hoy te voy a dar los 4 pasos para decirle adiós al pecado (para
siempre):
1.
Reconocer
el pecado:
Muchas
veces tratamos de ignorar la realidad del pecado, y nos concentramos en renunciar
más bien a las consecuencias o remordimientos que este produce. Otras veces
tratamos de minimizar el pecado hasta su mínima expresión, hablando de “pecaditos”,
“mentiritas piadosas” o “momentos de debilidad”.
Pero para poder decirle adiós al pecado lo primero que debemos hacer es reconocerlo, porque si no reconocemos que verdaderamente pecamos, entonces estamos insinuando que Cristo murió en vano.
Reconocer el pecado implica reconocer la grandeza del sacrificio de Cristo.
2.
Arrepentirnos
del pecado:
Para
decirle adiós al pecado no basta solo reconocer la realidad del pecado en
nuestra vida. Debemos tener un verdadero arrepentimiento, debe dolernos y entristecernos
el haber preferido la muerte sobre la vida, el pecado sobre Dios.
Así
como lo rezamos en el acto de contrición: Yo me arrepiento de todos los pecados
que he cometido hasta hoy, que ME PESAN DE TODO CORAZÓN porque con ellos he
ofendido a un Dios tan bueno.
Este arrepentimiento debe venir acompañado de un firme propósito de enmienda (reparar por lo que hemos hecho) y de no repetición.
3.
Romper
con el pecado:
Para
decirle adiós al pecado debemos romper con él, esto es, renunciar a todas las
formas consientes en que pecamos, cambiando nuestra forma de pensar por las
formas de pensar de Jesús.
También
debemos examinarnos constantemente (a la luz de la Palabra de Dios), para poder
descubrir qué situaciones de pecado hay en mi vida de forma inconsciente, las
cuales dejo pasar para no tener que confesar. Esto puede incluir, por ejemplo,
la impiedad (conocer a Dios, pero no alabarlo y no glorificarlo), la ira, el
retrasar la confesión, etc. Básicamente todas esas cosas que, sin darnos
cuenta, constituyen situaciones de pecado.
Romper con él pecado también implica huir de las situaciones de pecado, pero duro, corre, ¡¡¡COOOOOORREEEEEEEEEEEEEEE!!!
¡No renunciar a las situaciones de pecado es como aceptar el pecado mismo!
4.
Destruir
el cuerpo del pecado:
Aquí
viene lo más fácil y lo más difícil de todo: ¡Renunciar al hombre viejo! Dejar
atrás el corazón de piedra y comenzar a vivir con un corazón de carne.
¿Qué
es el hombre viejo? Es todo lo que hace parte de nuestra vida y nuestra
voluntad que no está acorde al querer de Dios y que es imposible para nosotros
mismos arrancarlo, porque hace parte de nosotros y de nuestra voluntad. Pero
que hagan parte de nosotros no significa que esté bien.
Pero
calma, ¡que no panda el cúnico!,Porque es aquí donde entra a actuar Dios. ¡Solo
él puede darnos un nuevo corazón a través de su Sangre Preciosa! Solo siendo
lavados y purificados por esta bendita sangre podremos dejar las cosas de hombre
viejo y vivir como hombre nuevo.
Por
eso cada día debemos decir:
Te agradecemos Señor por Tu Sangre y
por Tu Vida, ya que gracias a Ellas
hemos sido salvados y somos preservados
de todo lo malo.
*Artículo basado en la enseñanza dictada por el Padre Raniero Cantalamessa por la Emisora Minuto de Dios, el 21 de abril de 2020.
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Para que sigas alimentando tu vida de fe, te invito a que mires este video en el que hablo de la importancia de luchar en la vida de fe, inspirado en la canción “El Luchador” del grupo católico Alfareros.


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