Ir al contenido principal

Nos llamamos Hijos de Dios… ¡Y LO SOMOS!


Una reflexión sobre la parábola del hijo pródigo.

Todos los que hemos conocido el amor de Dios estamos seguros de una de las realidades de fe más maravillosas: SOMOS HIJOS DE DIOS.

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!
-          I Juan 3,1
Lo que muchas veces se nos dificulta, es entender en que consiste esa relación de amor paternal que Dios nos tiene, ya que lo que entendemos como paternidad está mediado por nuestras propias experiencias con nuestros padres. Entonces, si hemos tenido un padre amoroso, veremos a Dios como un padre amoroso; si hemos tenido un padre distante o incluso si hemos crecido sin nuestro padre, veremos un Dios distante o se nos dificultará abrirnos a su amor. Pero Dios no se mueve en lógicas humanas, y su amor tampoco.


En este sentido, si logramos comprender la naturaleza de este amor, lograremos tener una mejor relación y apertura hacia él. Para esto tomaremos como punto de referencia la parábola del hijo pródigo, la cual creo que todos hemos leído, pero te invito a releer antes de continuar:

Dijo: «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. «Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." Y, levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía lejos, le vió su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta.
-          Lucas 15,11-24

Dios es el padre de la LIBERTAD
Lo primero que debemos entender sobre la paternidad de Dios, es que él respeta profundamente nuestra libertad y nuestras decisiones. Aunque créeme, le duele profundamente que nos alejemos de él.
Lo que ocurre en la parábola es impensable para la época y la cultura judía. Un hijo menor, que no tiene nada por derecho (debido a que en esa cultura todos los bienes del padre le pertenecen al primogénito), se rebela contra su padre diciéndole: estás muerto para mí. Sin embargo, este padre, Dios, no se opone. Con mucho dolor lo deja ir y le entrega todo lo que necesitaría para estar bien si hubiera tomado decisiones correctas.


Quiero aquí hacer un pequeño paréntesis sobre el tema de la libertad. San Agustín dice que la libertad consiste en la facultar de hacer lo que tengo que hacer cuando tengo ganas de hacerlo. En esto se reflejan las facultades de la inteligencia y la voluntad, necesarias para que un acto sea verdaderamente libre. En otras palabras, la verdadera libertad es la que vivo cuando decido hacer el bien y cumplir con mis deberes. De lo contrario, cuando decidimos hacernos daño, o hacerles daño a otros, movidos solo por nuestros deseos y pasiones, estamos lejos de una vida en libertad. Nos encontramos ante el escenario del libertinaje.
Este libertinaje era lo que quería el hijo, y es lo que queremos nosotros muchas veces. Por eso nos alejamos mucho de Dios, tal como el hijo de la parábola, para poder hacer lo que queramos sin sentir que nuestro padre nos observa.
Sin embargo, el padre, Dios, respeta estas decisiones, aunque sean malas para nosotros y los demás.

En los momentos difíciles, ¿recuerdas el amor de tu padre?
La situación que vive el hijo pródigo cuando lo pierde todo es un recordatorio de la forma en que funciona el mundo muchas veces. Con su riqueza, llegaron muchos amigos, con la pobreza, todos se fueron, porque la falsa amistad depende de las posesiones que se tengan.
Este hijo, luego de tenerlo todo, queda en la mismísima inmunda. Rodeado de cerdos, de podredumbre, sin comer, sin dinero, sin dignidad, sin libertad. Y justo en ese momento, vuelve la añoranza del amor de su padre. Aunque le había declarado la muerte.


¿Cuántas veces el diablo nos ha querido dar de comer comida para cerdos? ¿Cuántas veces la hemos añorado? ¿Estás pasando por esta situación?
Es posible que hoy te sientas como este hijo pródigo. Rodeado de inmundicia en tu vida, de pecado, sin dignidad. Lejos de Dios. Es aquí cuando tienes 2 opciones: quedarte en la inmundicia o tomar la actitud del hijo, es decir, levantarte y volver donde tu padre. Volver donde Dios.

Dios es el padre de la ESPERA
Este pasaje del hijo pródigo nos muestra una estampa muy bella. El padre ve venir al hijo a lo lejos y no el hijo el que ve a su padre. Entre líneas podemos descubrir un detalle tan obvio como a veces oculto del corazón el padre. Era él quien siempre estaba esperando. Eran él quien salía cada día a la espera del hijo. Sin importar el cansancio, en tiempo, el clima, las posibles dolencias y enfermedades. El Padre estaba ahí cada día esperando al hijo hasta el día de su reencuentro.


El padre está cada día esperando tu regreso.
Ante Dios sobran las palabras, basta el abrazo. Por eso no deja hablar al hijo. Él ya conoce que su hijo sufría, y solo quiere demostrarle su amor. Ya habrá tiempo para hablar. Pero hoy, deja que Dios te abrace.

Dios padre lo hace TODO NUEVO
La parte final de esta parábola nos muestra lo más maravilloso de su amor. El padre pone anillo en el dedo de su hija, sandalias en sus pies y le da el mejor vestido. Esta muestra de amor va más allá de ponerle una severa pinta. Simbólicamente representa la naturaleza de un amor que lo renueva todo, que lo hace todo nuevo.
El anillo es una alianza de amor. Ese joven que llegaba se convierte nuevamente en hijo. Las sandalias evitaban que ese joven siguiera descalzo, porque los que caminaban descalzos eran los esclavos. De esta forma le devuelve la dignidad y la libertad. Finalmente, quiero resaltar la simbología del vestido, ya que la traducción original no se refiere al mejor vestido en el sentido de calidad, sino que se refiere realmente al primer vestido. Esto es, el vestido de la gracia, del amor, el de ser hijo de Dios.
Cuando te decidas a levantarte y volver donde tu padre. Él te devolverá tu primer vestido. Restableciendo con su amor tu vida entera. Devolviéndote la gracia de ser hijo de Dios.
Cuando nos alejamos de él, quien verdaderamente muere somos nosotros, pero al volver, Dios hace fiesta, porque volvemos a vivir. ¡Esta es la invitación… volver a vivir con nuestro padre!
Mi oración contigo.




Comentarios

Entradas más populares de este blog

Una familia, muchas familias.

 Quiero contarte una historia. La historia de un regalo, de una visita, de una invitación. La historia de una familia.  Esta historia comienza con nuestro matrimonio. ¿Por qué? Porque todo nuestro noviazgo transcurrió en torno a un grupo de oración (Horizonte Cristiano), en el cual nos enamoramos de Jesús. Y cuando nos casamos, comenzamos a preguntarle al Señor: ¿Debemos asistir ahora a una nueva comunidad? Momentos vividos con nuestra comunidad Horizonte Cristiano. Al principio, el Señor, a través de nuestro sacerdote, nos pidió esperar un poco para acompañar a una comunidad de profesionales que había nacido en la parroquia algunos años atrás, llamada Sinaí. En obediencia aceptamos, y comenzamos a pedirle al Señor que nos mostrara la comunidad de parejas a la que debíamos asistir. Quiero saltar ahora a octubre del año pasado. Dios nos hizo un llamado a servir en una comunidad llamada Cordón de Tres Dobleces. Fue una invitación inesperada, pero que nos permitió conocer esta be...

Dios quiere que te embriagues... del Espíritu Santo: una reflexión sobre la sobria embriaguez espiritual.

 San Ambrosio escribió en el siglo IV: "Laeti bibamus sobriam profusionem Spiritus" Esta es una frase que, en palabras del Papa Pablo VI y del Cardenal Raniero Cantalamesa, marca la ruta, el itinerario o el lema que debe guiar a la Renovación Carismática y a todos los católicos que buscan vivir en el Espíritu.  ¿Pero qué traduce? Bueno, en español castizo podríamos decir que DIOS QUIERE QUE NOS EMBRIAGUEMOS. Pero antes que saques la antorcha y me acuses de hereje, déjame profundizar más en esta idea. Miremos primero una traducción literal de esta frase, para comenzar a profundizar luego, en su significado más profundo:  laeti: con alegría bibamus: bebamos sobriam: bien definida y moderada (siguiendo a San Pablo, debemos entender la sobriedad más allá de su concepción tradicional, y asociarla a las virtudes de la humildad, caridad y castidad). profusionem Spiritus: la abundancia del Espíritu ¡Bebamos con alegría la sobria embriaguez del Espíritu Santo! Ahora bien, para en...

Las familias tienen sed: Reflexión sobre la quinta palabra de Jesús en la cruz.

Esta Semana Santa ha sido especial por muchos motivos. Uno de ellos fue que Dios me dio la oportunidad de, junto a mi esposa Laura, hacer una de las reflexiones del Sermón de las 7 Palabras del Viernes Santo: específicamente, la quinta palabra: "Tengo sed". Queremos compartirla ahora con ustedes en este artículo. Antes de compartirla, quiero contarles algo que nos pasó con esta palabra y que refleja lo hermoso del amor de Dios y de cómo Él quiere derramarse sobre las familias. Tan pronto nos dijeron que tendríamos una de las palabras (antes de saber cuál sería), sentí en mi corazón que sería "Tengo sed". Incluso, Dios ponía en mi corazón una frase: "Las familias tienen sed, y el mundo les da de beber vinagre". Sin embargo, como solemos dudar de las cosas de Dios, no le comenté a nadie este sentir. ¡Oh, sorpresa cuando nos anuncian que precisamente esa sería la palabra que debíamos meditar! ¡Dios ya lo tenía todo previsto! ¡Dios quería recordarle a las fami...