Hace un par de domingos escuché en la eucaristía la Parábola de los Talentos, un texto que tal vez hemos escuchado muchas veces, pero que en esta ocasión me llegó de forma especial al corazón, cuestionándome la forma en que estoy valorando todo lo que Dios me ha dado.
Comencemos por el principio. Por si acaso no la recuerdas o no la has escuchado recientemente, permíteme contarte sobre qué trata esta parábola (Mateo 25, 14 - 30):
Un hombre muy rico se va lejos y les deja a sus siervos sus talentos, a uno 5, a otro 2 y a otro 1. El que tenía 5 logró conseguir otros 5 y el que tenía 2 consiguió otros 2, pero el que tenía 1, por miedo, mejor decidió enterrarlo bajo tierra, de forma que cuando llegó el dueño de todo, este no tuvo nada que entregarle o presentarle.
¿Muchos o pocos talentos?
Antes cuando escuchaba esta parábola me parecía un poco "injusto" el hecho de que unos recibieran más que otros, y hasta intentaba justificar al que había enterrado su talento pensando que el solo quería cuidarse de no quedarse sin nada. Cuando se tiene poco se arriesga poco.
Pero realmente yo no sabía lo que significaba el talento en la época de Jesús, y cuando lo entendí cambio radicalmente la forma en la que entendía el pasaje y el amor de Dios.
Un talento en este pasaje no es una "habilidad", ni tampoco una "moneda" como me intentaron explicar una vez. Un talento es una medida de plata o de oro, pero no unos cuantos gramitos, sino una verdadera fortuna: 34,2 Kg de plata o de oro.
Así entendí que este buen señor de la parábola no era ningún tacaño que dejó a uno de sus trabajadores con muy poquito, sino que fue muy generoso con todos.
También contigo
De la misma forma que los trabajadores de la parábola, nosotros también hemos recibido una fortuna de nuestro Señor Jesucristo, y Él espero que seamos buenos administradores de esos talentos. Tal vez no (o tal vez sí) sea el recurso económico, pero sí que nos ha dado muchas otras cosas, inteligencia y sabiduría, educación, salud, fuerza, astucia, amor, familia, amigos, maestros, la naturaleza, la comunidad, la fe, la Iglesia, los sacramentos, la creatividad, el arte, el deporte, la pasión, los sueños, las metas, etc, etc, etc.
Pero... ¿No será que estamos escondiendo, no solo esas riquezas sino nuestra vida entera debajo de la tierra?
Como te decía al inicio de este blog, yo mismo me cuestiono qué tanto estoy poniendo a producir o dicho de otra forma, que tanto estoy siendo fecundo con esos talentos que Dios me ha dado. ¿Los estoy poniendo al servicio de los demás? ¿Los estoy entrenando y cultivando para que estos no se agoten? No se trata ni de cuánto han recibido los demás, sino de cuanto estamos nosotros aprovechando eso que hemos recibido.
Una buena noticia
La buena noticia hermano o hermana, es que nuestro Señor aún no ha vuelto a la tierra (podría ser mañana o dentro de 2.000 años más) y tu aún estás vivo, lo que quiere decir que aún tienes muchísimas oportunidades para usar tu fortuna, tus talentos de mejor manera, para ayudar a otros y vivir a plenitud. Así el día que Jesús te pregunte ¿Qué hiciste con tus talentos? Tu le podrás decir, fui un buen administrador, los multipliqué y ayudé a muchos a que también lo pudieran hacer.
Mi oración contigo.
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Si llegaste hasta aquí te invito a ver este video sobre la historia de Zaqueo (hecha canción), un personaje de la biblia que, luego de un encuentro con Jesús, aprendió a administrar mejor la riqueza que Dios le había dado.




Hermano Lucho, está reflexión me hace interrogar por un lado cuales son mis talentos y por otro indagar de qué manera los estoy empleando o los podría ejercer. Si nos hacemos estas dos preguntas a menudo, intentado dar con las mejores opciones que encontremos, estaremos multiplicando nuestros talentos. Esto implica discernimiento, vida de oración y vivencia de la Fe en todas las áreas de nuestra vida. Dejarse guiar por el Espíritu Santo es una tarea diaria y que puede ir siempre en constante crecimiento.
ResponderBorrarAmén, hermano. Así es. Lo mejor de todo esto es que el mismo Jesús nos guía en el camino para aprovechar mejor lo que él mismo nos ha dado. Solo es cuestión de abrirnos y dejarnos cuestionar, guiar y dirigir por él.
BorrarHermano Lucho, está reflexión me hace interrogar por un lado cuales son mis talentos y por otro indagar de qué manera los estoy empleando o los podría ejercer. Si nos hacemos estas dos preguntas a menudo, intentado dar con las mejores opciones que encontremos, estaremos multiplicando nuestros talentos. Esto implica discernimiento, vida de oración y vivencia de la Fe en todas las áreas de nuestra vida. Dejarse guiar por el Espíritu Santo es una tarea diaria y que puede ir siempre en constante crecimiento.
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