Por: Liz Andrea Zarco Quintero.*
Hace un poco más de dos años llegué a Francia para
cursar mis estudios de maestría. Este cambio en mi vida representaría para mí
todo el esfuerzo que puede conllevar el instalarse en un nuevo país: conseguir
un alojamiento, estudiar en una lengua extranjera, hacer nuevos amigos, y por
supuesto, encontrar una nueva parroquia donde vivir mi fe católica.
Antes de mi partida de Colombia, hacía parte del grupo
base de un grupo de oración de jóvenes perteneciente a la Renovación
Carismática Católica de Cartagena. Recuerdo haberle expresado al coordinador de
grupo que tenía dudas y hasta temor de poder encontrar algún grupo de oración
al cual vincularme, pues en mi imaginario, los franceses en su mayoría eran
ateos. El coordinador me expresó que,
aunque los católicos fueran pocos en Francia, ellos viven la experiencia de la fe cristiana igual o con mayor fervor
que en Colombia.
Y así lo comprobé. Una de las primeras cosas que hice
al pisar suelo francés fue asistir a la misa. Quería de todo corazón
agradecerle a Dios, a través de la eucaristía, esta nueva oportunidad que ponía
en mi vida. Me di cuenta que el horario de la celebración de la misa dominical
es normalmente a las 10:30 o 11 de la mañana, a diferencia de Colombia donde
los servicios pueden ser temprano en la mañana o al final de la tarde. A las
11, llueva, truene, relampaguee o hayan salido de fiesta la noche anterior,
allí están los feligreses solos o en familia asistiendo al encuentro semanal
con Cristo eucaristía.
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| Bautizo de Barackh, mi segundo ahijado. |
Los católicos somos una minoría
Con el paso de los meses, descubrí que al igual que en
Colombia, cada barrio tiene su iglesia, incluso muchas de estas son monumentos
históricos que datan de siglos anteriores. Sin embargo, en mis intercambios con
nuevas personas y con compañeros de estudio, pude comprobar que, aunque en
Francia haya una tradición histórica ligada al cristianismo, en la sociedad
francesa la fe es marginal, y aún más entre los jóvenes.
Los católicos somos, a su vez, llamados cristianos. Pues
en un país donde conviven las comunidades musulmanas, judías y budistas, los
creyentes en Cristo estamos reagrupados en una sola categoría. Los católicos, y
en especial los jóvenes, somos
percibidos como fuera de lo común, como algo anacrónico, o como alguien que
está adoctrinado e inferior.
A pesar de la existencia de la ley de la laicidad, en la que todo símbolo o ropa que señale una
pertenencia religiosa en las escuelas o en las entidades públicas está
prohibido, según mi experiencia, considero que la fe, la espiritualidad y la
religión han sido cada vez más restringida y suprimida de las conversaciones
del día a día, porque “de eso no se habla”. Como si estos temas hubieran sido
suprimidos por completo de la sociedad. Por ejemplo, en mi trabajo una sola vez
se mencionó la fe como un tema de conversación con mis compañeras más cercanas
y fue para criticar a las iglesias en general.
Lo anterior me ha permitido constatar una especie de sentimiento de anti-catolicismo o de anti-fe, en los que las personas se expresan abiertamente opuestas a las doctrinas o posiciones de la iglesia católica y de toda fe en general, incluso mediante caricaturas en la prensa. He presenciado conversaciones en las que se lanzan críticas y ataques al cristianismo e irrespetando la fe de las personas presentes. He estado en situaciones en los que se me ha pedido –indirectamente- de justificar las razones por las cuales creo en Cristo. E incluso, una vez alguien asoció el hecho de que soy cristiana por venir de Latinoamérica cuando me vio realizar la señal de la cruz antes de comer.
La fe se abre paso en el mundo secularizado
Pero no todo ha sido negativo. Como dice el dicho popular “el que busca encuentra”, yo encontré una parroquia coordinada por sacerdotes del Grupo Emmanuel en la que pude vincularme a une aumônerie, un grupo de jóvenes estudiantes universitarios que se reúnen para compartir, orar y crecer en la fe y para realizar acciones solidarias.
Durante mi experiencia en este grupo pude vincularme al Parcours Alpha, una serie de sesiones que tienen el objetivo de explorar la fe cristiana. Allí tuve la oportunidad de presentar una charla, de compartir mi testimonio en una de las sesiones y de asistir a un retiro al Santuario de Nuestra Señora de Lourdes con los jóvenes participantes.
Recientemente me he vinculado a un grupo de jóvenes profesionales de alabanza, oración y enseñanza en el que el servicio a la comunidad y hacia los más necesitados está muy presente.
De igual manera, he tenido experiencias que me han ayudado a crecer en la fe:
- En un medio de un contexto donde existen muchas tensiones políticas causadas por la religión, pude asistir a una sesión organizada por un colectivo que reagrupa jóvenes de diferentes religiones en la reflexión sobre cómo vivir juntos en paz y tolerancia. En esta actividad pude comprender que todos, sin importar nuestra creencia, somos hijos de Dios y estamos llamados a vivir en armonía.
- He conocido personas adultas que han decidido recibir el sacramento del bautismo, de la primera comunión y de la confirmación. Esto me ha confirmado que seguir a Cristo es una decisión.
- También tuve la oportunidad de bautizar en junio de 2019 a mi segundo ahijado Barackh, un beninés nacido en Francia. Esta gracia me ha permitido reafirmar mi fe, de llevar una vida congruente con ella y de asumir el compromiso de acompañar a mi ahijado en su vida cristiana.


Querida sobrina Liz,tú eres una hermosa flor del jardín de Dios, me complace mucho que sigas aumentando tu fe en nuestro Señor Jesús.Bendiciones.
ResponderBorrarLiz que bueno que hayas encontrado el lugar y las personas donde puedes afianzar y mantener la fé que tienes como católica practicante.
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