En 2 de las últimas cartas
escritas por el Santo Padre Francisco, Laudato Si y Querida Amazonía, hay un
mensaje URGENTE que no podemos seguir ignorando. ¡EL MUNDO ESTÁ EN CRISIS! Y los
culpables somos nosotros.
Las pruebas de esta crisis saltan a nuestra vista en todo momento: calentamiento global, contaminación de las fuentes de agua, hambruna, sequías, heladas, aridez en la tierra. De múltiples formas, la Hermana Naturaleza (como la llamaría San Francisco de Asís), nos dice YA BASTA. De alguna manera se puede decir que es cada vez más evidente aquella expresión lanzada por el apóstol San Pablo hace 2000 años – la creación entera viene gimiendo hasta el presente y sufriendo dolores de parto (Rm 8, 22).
No se equivocaba San Pablo
en su expresión, ya que no es solo la naturaleza la que gime, grita y llora, ES
TODA LA CREACIÓN, incluyendo a todo el género humano. Cuanta muerte, cuanto
dolor, cuanto sufrimiento, cuantas guerras, cuanto odio. Hoy matamos por
dinero, matamos por comida, matamos por placer. Matamos por no aceptar que mi
hermano puede ser, actuar y pensar diferente a mí. Matamos sin matar, haciendo
que muchos vivan sin vivir.
Los recientes asesinatos
de George Floyd y de Ánderson Arboleda han sido la copa que desbordó la copa
del corazón de muchos. Son hermanos y hermanos que hoy gritan y claman por
justicia. ¡JUSTICIA!
Pero este artículo
hermanos, no es ni un regaño ni una justificación a tanta violencia. No se
trata ni de apaciguar ni de alentar. Mi propósito aquí es cuestionarnos. ¿Qué
debe hacer un cristiano en medio de tanto dolor?
Los cristianos debemos ser signo de reconciliación: no podemos seguir atizando el fuego del racismo, ni de
la xenofobia, ni de la homofobia, ni de la polarización, ni de tantas otras
formas de odio. Debemos, con nuestras acciones y palabras, ayudar a que se
cumpla el querer de Jesucristo. ¡Que todos seamos uno! Ya basta de apartar y
excluir a otros, ya basta de condenar, ya basta de asesinar robando sueños y
esperanzas. Si vas a actuar como inquisidor, al menos quítate la máscara y
renuncia al nombre de cristiano. Pero si verdaderamente quieres seguir a Cristo,
entonces comienza a vivir verdaderamente su mensaje de misericordia y, como nos
ha pedido el Papa Francisco, comienza a SER misericordia.
Los cristianos debemos ser signo de perdón: reconociendo que hemos fallado, que hemos juzgado, que
hemos maltratado. Yo mismo en mi vida he tenido actitudes racistas, sexistas,
xenofóbicas y homofóbicas. Yo mismo he juzgado a otros sin conocernos, he
tratado a mis amigas como huecas y plásticas. Y me he arrepentido inmensamente,
porque sé que con muchas de mis actitudes he alejado a otros de Dios. Si alguno
que se haya sentido lastimado por mi está leyendo esto, le pido perdón. Y te
pido que no te alejes de Dios. Porque él no tiene la culpa de mi pecado ni de
mi imperfección. Dios no tiene la culpa. Todos debemos reconocer que hemos
fallado, TODOS debemos reconocer que nos hemos equivocado, y pedir perdón,
siempre que sea necesario. Jesús le dijo alguna vez a Pedro que debíamos
perdonar hasta 70 veces 7, y eso implica también, que debemos aprender a pedir
perdón, hasta 70 veces 7.
Los cristianos debemos ser signo de justicia: no podemos convivir con la corrupción ni con la
inequidad. Aquel cristiano que se atreva siquiera a quedarse con un peso que
debería ser para los más necesitados, sea en el gobierno, sea en una ONG, sea
en una empresa, SEA ANATEMA. Si quieres ser corrupto, adelante, pero quítate la
máscara de cristiano. Porque seguir a Cristo es seguir la justicia, porque él es
verdaderamente e infinitamente justo. Cada uno de nosotros debe poner todo lo
que esté a nuestro alcance para avanzar hacia una civilización en la que cada
vez más se cierren las brechas entre los más pobres y los más ricos, en la que
los derechos sean derechos y no privilegios, en la que podamos caminar como
hermanos, desarrollando nuestras capacidades, esos dones que Dios mismo nos ha
dado. Una civilización donde se respete la dignidad de hijos de Dios que todos
tenemos.
Los cristianos debemos ser signos de verdadero
ecologismo: no se trata de un
ecologismo utilitarista, que cuida la naturaleza para que no se acaben los
recursos de los que se lucra, o de un ecologismo que solo cuida el planeta para
que no nos extingamos. Se trata de un ecologismo que nace del reconocimiento de
la creación y la presencia de Dios en todas sus creaturas; y que tiene
implicaciones en nuestra forma completa de vivir, armonizar con la naturaleza y
tomar decisiones económicas y políticas. Porque esta convicción debe vivirse en
todos los niveles, desde lo personal, hasta lo colectivo. Desde el jardín de mi
casa, el parque de mi cuadra, hasta el cuidado de nuestros ríos, humedales y
páramos.
Ven,
Espíritu Creador,
visita
las almas de tus fíeles
y
llena de la divina gracia los corazones,
que
Tú mismo creaste.
Tú
eres nuestro Consolador,
don
de Dios Altísimo,
fuente
viva, fuego, caridad
y
espiritual unción.
Tú
derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú,
el dedo de la mano de Dios;
Tú,
el prometido del Padre;
Tú,
que pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra.
Enciende
con tu luz nuestros sentidos;
infunde
tu amor en nuestros corazones;
y,
con tu perpetuo auxilio,
fortalece
nuestra débil carne,
Aleja
de nosotros al enemigo,
danos
pronto la paz,
sé
Tú mismo nuestro guía,
y
puestos bajo tu dirección,
evitaremos
todo lo nocivo.
Por
Ti conozcamos al Padre,
y
también al Hijo;
y
que, en Ti, Espíritu de entrambos,
creamos
en todo tiempo.,
Gloria
a Dios Padre,
y
al Hijo que resucitó,
y
al Espíritu Consolador,
por
los siglos infinitos. Amén.
Envía
tu Espíritu y serán creados.
Y
renovarás la faz de la tierra.
Oh Dios, que has
iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; haznos
dóciles a tu Espíritu para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo.
Por Jesucristo Nuestro
Señor.
Amén.




Comentarios
Publicar un comentario