Por
estos días de pascua celebramos la
resurrección gloriosa de nuestro Señor Jesucristo y, en los evangelios, hemos
visto una y otra vez relatos similares: Jesús
se aparece a sus discípulos y ellos NO LO RECONOCEN. ¿Cómo es esto posible?
¿Acaso no habían pasado los apóstoles y sus demás seguidores 3 años completos
con Jesús? ¿Acaso no habían pasado solo algunos días desde el momento de la crucifixión?
Entonces... ¿Por qué no lo reconocieron?
Antes
de aventurarme a dar algunas respuestas desde la palabra de Dios, quiero contar una pequeña historia que
puede arrojarnos algunas luces para entender esto mejor. Hace algún tiempo,
asistí junto a mi novia a un retiro espiritual organizado por la Pastoral
Juvenil de Cartagena, dirigido a parejas de novios que querían caminar en
Santidad. Este retiro tuvo una parte teórica (enseñanzas y testimonios), una
parte espiritual (oración en pareja) y una parte práctica (un circuito con
distintas pruebas). En esta última hubo una que puso nervioso a más de uno.
Consistía en que, con los ojos vendados, la chica debía reconocer a su novio
entre muchos que pasaban por el frente, sin que este pudiera hablar. ¿Qué creen
que pasó? Bueno, en mi caso, apenas me puse frente a mi novia, pude ver cómo
ella sonrió, luego me tocó solo un poco y de inmediato levantó la mano,
indicando a los guías que estaba segura de haber encontrado a su novio. Ella había
reconocido mi olor y había distinguido mi contextura de la de los demás. Por
eso, aunque no veía, me pudo reconocer
sin problemas.
Yo
creo que algo parecido le pasó a los apóstoles y a los demás seguidores de
Jesús. Todo el trauma de la crucifixión y el no haber entendido las escrituras
y los mensajes de Jesús los tenían con
los ojos como vendados. Así vemos a una María Magdalena que no identificó a Jesús que se aparecía frente a
ella en el sepulcro, a unos discípulos
que no reconocieron a Jesús que caminaba con ellos rumbo a Emaús y a un Tomás que
no creyó en el testimonio de sus hermanos y que estaba dispuesto a no creer
hasta que pudiera tocar las manos y el costado de Jesús. Ellos estaban ciegos,
pero cada uno logra reconocerlo justo cuando sus recuerdos se despiertan, abriéndose
sus mentes y despertando a la realidad del milagro que había ocurrido ante sus
ojos.
María
Magdalena reconoce a su maestro cuando este la llama por su nombre: María. Ella tal vez recuerda ese primer
llamado que Jesús le hizo, ese momento en que decidió seguirlo con su vida
entera y por eso, sus ojos se abrieron. Los discípulos de Emaús lo reconocieron al partir el pan,
recordando todos esos momentos en que había comido con ellos, especialmente,
tal vez, la última cena, ese momento que con toda seguridad había quedado
grabado en sus corazones. Tomás por su parte, abre sus ojos al poder tocar las manos y el costado de Jesús,
recordando las palabras que Jesús tantas veces les había dicho: el Hijo del
Hombre debe padecer y morir, pero a los 3 días, resucitará. ¡Sus ojos se
abrieron!
En
este momento te pregunto. ¿Crees que
conoces a Jesús lo suficiente como para reconocerlo en tu vida? ¿Qué tan
íntima es tu relación con él? ¿Reconoces sus palabras? ¿Reconoces su llamado?
Jesús hoy se sigue manifestando en
medio de nosotros. Nos habla a través
de su palabra, nos bendice en los sacramentos, conversamos con él en la
oración. En cada paso que damos él está ahí. Pero muchas veces no logramos
reconocerlo y por eso no entendemos el llamado que él nos hace, no entendemos y
no recibimos la vida nueva que él quiere comunicarnos. Tenemos los ojos vendados y por eso decimos “Yo no escucho a Dios”,
“Yo no siento su amor”, “No sé qué quiere Dios para mi vida”, “Dios no se
preocupa por mí”.
Hermano
o hermana que me lees, para que puedas reconocer a ese Jesús que, resucitado,
se aparece ante ti, primero debes conocerlo.
Si lees y conoces su palabra, podrás
discernir correctamente las cosas que te ocurren o que llegan a tu vida, y
saber si vienen o no vienen de Dios. Si oras
frecuentemente, tu espíritu se hará más sensible para descubrir en tu vida qué
quiere Dios que hagas. Si participas activamente en los sacramentos, descubrirás como Dios actúa con amor en cada uno de
ellos, perdonándonos a través de la confesión, derramando su Espíritu Santo en
el bautizo y la confirmación, haciéndose verdaderamente presente en la
eucaristía, sanándonos en la unción de los enfermos y uniendo nuestras vidas
para siempre en el matrimonio o el orden sacerdotal. ¡Solo teniendo una mayor
intimidad con él, podremos reconocer su amor resucitado!
Durante
este tiempo de pascua, hazte ese propósito, conócelo más y verás cómo mejora tu
relación con él.
Mi
oración contigo.
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Para que sigas
profundizando en tu vida de fe, te invito a que veas este video en el que hablo
sobre los peligros de la superstición,
la magia y la adivinación; y la forma en la que estas malas prácticas
atentan de forma grave contra el 1er mandamiento: amar a Dios sobre todas las
cosas.

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