Cada año, la noche del 31 de octubre se llena de disfraces, luces naranjas, calabazas y risas. Para muchos, es solo una fecha divertida. Pero para la fe cristiana, es también un tiempo de discernimiento: ¿qué celebramos realmente cuando celebramos Halloween? Detrás de la aparente inocencia de la fiesta moderna hay una historia compleja, con raíces antiguas, connotaciones espirituales y también realidades actuales que no podemos ignorar. Como católicos, estamos llamados a mirar más allá del disfraz, y a convertir esta noche en un testimonio de luz, no de tinieblas. El origen: del Samhain a la víspera de Todos los Santos Históricamente, el 31 de octubre coincidía con la celebración celta del Samhain, un festival que marcaba el final de la cosecha y el inicio del invierno. Los antiguos pueblos creían que en esa noche el velo entre el mundo de los vivos y de los muertos se volvía más delgado, y por eso realizaban fogatas, dejaban comida y se disfrazaban para “confundirse” entre los ...
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